Columna de adictos y adicciones: El camino de regreso
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Miguel Ángel es un hombre de cincuenta y tantos años, con una fuerte adicción a los opioides. Todo empezó hace algunos años, cuando su esposa enfermó de cáncer, “Recuerdo el día que nos dieron el diagnóstico, llorábamos juntos y nos acompañábamos cada quien con sus tristezas: ella con unos dolores en el vientre que la hacían doblarse y casi desmayarse, y yo aterrado ante la posibilidad de perderla”.
La ignorancia y un mal consejo llevaron a Miguel Ángel a consumir regularmente parte del medicamento para el dolor que le daban a su esposa. El pretexto fue que le ayudaban a dormir, así se volvió un consumidor asiduo. Cuando Josefina murió, Miguel Ángel quedó sumido en una terrible depresión y enganchado al alcohol y la heroína.
“Al principio todo fue muy bien, tuvimos abasto casi ilimitado de pastillas para el dolor, después de que ella murió pude conseguir más pastillas, pero llegó el día en que descubrí que era más fácil y barato encontrar heroína en la calle, entonces se disparó mi adicción, que ya para entonces era cosa de todos los días”.
Como suele ocurrir en estos casos, la familia no advirtió la adicción de Miguel Ángel, atribuían su delgadez y desgano a la pérdida de Josefina. En los primeros meses de luto nuestro amigo recibió apoyo emocional y económico de sus hijos y hermanos, pero como la ley de la vida dicta, que sin importar qué pase, la vida continúa, poco a poco fueron retirando el apoyo y cada cual regresó a sus actividades cotidianas.
“La primera en descubrir mi adicción fue mi hija Cristina, la mayor y la más apegada a mí. Como buen manipulador, le conté como empecé y le expliqué la forma en que aquella sustancia me ayudaba a soportar el dolor de haber perdido a su madre; le mentí al decirle que quería dejarla”.
Dicen que las malas noticias vuelan, y en el caso de Miguel Ángel, la noticia de su adicción llegó a oídos de la familia. Aunque casi todos estaban de acuerdo en apoyarlo, las opiniones eran divididas, algunos querían internarlo en una clínica, pensando que era una enfermedad parecida a una pulmonía, otros opinaban que lo mejor era internarlo en un centro de rehabilitación, y otros más, sugerían que se le retirara todo el apoyo económico y lo dejaran tocar fondo.
Sin embargo, Miguel Ángel no se iba a rendir tan fácil, ante la presión familiar, decidió cambiar de aires y emprendió la fuga geográfica. “Con el cuento de que me hacía falta un cambio de ambiente, un día fui a visitar a mi familia en Tijuana, pero lejos de mejorar las cosas empeoraron, yo consumía cada día más; como era de esperarse, la situación no se pudo sostener por mucho tiempo y me dieron un ultimátum: o me internaba en un centro de rehabilitación o desalojaba la habitación que me prestaban”.
Incapaz de enfrentar su adicción, Miguel Ángel decidió salirse. Por varios meses anduvo vagando en la zona norte de Tijuana, hasta que su hija Cristina salió al rescate, fue por él y lo regresó a Los Ángeles, donde actualmente se encuentra internado; ha pasado muy poco tiempo y aún es muy pronto para cantar victoria, pero sabemos que Dios todo lo puede y todos los días ocurren milagros.
Esperamos de todo corazón que Miguel Ángel encuentre el camino de regreso a casa.
Escríbame, su testimonio puede ayudar a otros. Todos los nombres han sido cambiados.
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