La realidad de muchos inmigrantes cubanos: Una vida llena de penurias
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Duniesky Herrera Matamoros trabajaba como barbero en La Habana, donde ganaba unos $20 al mes— suficiente para sobrevivir, dice, pero apenas. Al igual que muchos cubanos en la isla, hizo sus planes para marcharse a Estados Unidos.
Lo intentó varias veces, hasta que lo logró.
En su primer intento por alcanzar el sur de Florida, Herrera llegó tan cerca que podía ver las playas de Cayo Hueso. “Estábamos a unos 200 metros”, dice sobre aquel viaje en balsa a lo largo del estrecho de Florida, realizado en marzo de 2011. “Estaba ahí en la orilla, pero aún estaba en el agua y me atraparon”.
Tras ser regresado a Cuba por la Guardia Costera de EEUU y haber sido despedido de su trabajo por parte del régimen comunista, Herrera intentó escaparse de nuevo varias veces, por bote o en balsa. Pero sus intentos siempre fracasaban al ser intervenido por las autoridades cubanas.
A pesar de haber sido multado por tratar de huir de forma clandestina de Cuba, Herrera nunca fue encarcelado y no se considera un refugiado político. Como muchos otros cubanos recién llegados a EEUU y entrevistados por el Sun Sentinel, Herrera, de 41 años, dice que emigró para aprovechar las oportunidades que ofrece la economía estadounidense. Busca ser recompensado por trabajar duro.
Durante más de cinco décadas, Estados Unidos ha mirado a los cubanos que huyen del régimen comunista como refugiados políticos dignos de un estatus migratorio único y de beneficios especiales. Pero muchos cubanos que ahora llegan a suelo americano son motivados por las oportunidades económicas que ofrece el país, y no se sienten perseguidos políticamente, dicen los cubanos recién llegados que fueron entrevistados para este reportaje.
Muchos se sentían oprimidos por una débil economía que les ofrecía pocas esperanzas de mejor sus vidas, y no por expresar sus ideas o opiniones contra el gobierno de Cuba.
“La vida en Cuba te aprieta”, dijo Herrera. “Allá trabajas y trabajas y trabajas, y lo haces por nada. Nunca sales adelante”.
Pedro Castineiras, de 31 años, ingeniero, vino al sur de Florida en noviembre con su esposa embarazada y su hijo de 2 años. Castineiras dice que fue motivado por la esperanza de “darle un mejor futuro a mi hijo y al que está por nacer”.
Dejar la tierra natal no es fácil. De hecho, muchos cubanos lo hacen contra su voluntad.
Yasmany Paz Artiles, de 28 años, dice que odia haber abandonado a Cuba. “Pero allá no hay futuro... la verdad es que todo el mundo sale por la misma razón: los problemas económicos. La economía en Cuba está fallando”.
Herrera llegó al sur de Florida en noviembre, finalmente encontrando una manera de viajar sin tener que arriesgar su vida en alta mar, ya sea por la deshidratación, la posibilidad de morir ahogado o mordido por tiburones.
Desde el Aeropuerto Internacional José Martí en La Habana, Herrera voló a Guyana, un país suramericano que no exige visas a los cubanos. Desde ahí inició una odisea de un año a través de al menos nueve países antes de cruzar la frontera en Texas, tan solo con su pasaporte, un cambio de ropa y una mochila que contenía sus tijeras, sus maquinillas eléctricas y un peine.
Apurados por llegar
Cada vez es mayor el número de cubanos que intentan llegar a EEUU. Más de 43,150 cubanos ingresaron a EEUU sin permiso en el último año fiscal (a finales de septiembre), según cifras del Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza de EEUU. La cifra representa un aumento de 78 por ciento en comparación con los 24,278 cubanos que ingresaron el año anterior.
La mayoría llega a través de Texas, luego de haber realizado un agotador viaje de más de 2,000 millas a pie, en autobús o barco, a lo largo de un recorrido que comienza en América del Sur y se extiende a través de Centroamérica y México.
Una vez en territorio estadounidense, el gobierno asume que la mayoría de los cubanos son refugiados, por lo tanto tienen acceso inmediato a una amplia gama de beneficios, incluido ayuda social, cupones de alimentos y Medicaid —programas para lo que otros inmigrantes no califican. Estos privilegios provienen de la Ley de Ajuste Cubano, que permite a los cubanos hacerse residentes permanentes de EEUU después de un año y un día en el país.
Muchos cubanos que han llegado recientemente al sur de Florida dicen que aceleraron sus planes de viajar por temor a que las renovadas relaciones diplomáticas entre EEUU y Cuba pudieran modificar o eliminar la Ley de Ajuste Cubano.
“Hay mucha gente apurándose [por salir] porque es ahora o nunca”, dice Castineiras. “Ahora, el hecho de que las cosas se estén normalizando está creando un temor a que no exista la posibilidad de que puedas establecerte”.
En el año desde que se anunciaron los acuerdos entre Estados Unidos y Cuba, el gobierno de Obama ha dicho que no hay cambios inminentes en el trato a los inmigrantes cubanos. Pero una investigación realizada por el Sun Sentinel — en torno a cómo las reglas de inmigración únicas de EEUU para los cubanos han sido explotadas por delincuentes y han ocasionada estafas al sistema de ayuda social — ha provocado que se exijan reformas.
El reportaje especial titulado “Plundering America” (Saqueando a América), publicado en enero de 2015, documentó cómo redes de criminales cubanos han estafado a negocios y programas federales de EEUU por más de $2 mil millones durante dos décadas.
“Dinero fácil”, otro reportaje publicado el pasado octubre, documentó cómo algunos cubanos regresan a vivir a la isla con el dinero que reciben de las ayudas del gobierno de EEUU, burlándose de una política de varias décadas, que los considera como refugiados escapando de persecución de un sistema comunista.
Un proyecto de ley presentado el 15 de diciembre por el congresista Carlos Curbelo, republicano por Miami, requiere que para recibir las ayudas de EEUU los inmigrantes cubanos “demuestren que salieron de Cuba huyendo de persecución política y que no puedan volver bajo el régimen totalitario actual”.
Muchos recién llegados de Cuba dicen que han escuchado hablar de “La Ayuda”, pero que la mayoría de ellos “quiere ir a trabajar y salir adelante trabajando”, dijo Oscar Rivera, director de la oficina de Doral de la agencia de reasentamiento de Church World Service.
La agencia mantiene un registro de clientes y verifica cómo están un año después de su llegada, dijo Rivera. “Vemos cómo les está yendo”, dijo. “Ellos dicen: ‘Tengo una computadora, un televisor, un automóvil. Estoy muy contento con lo que he logrado en mi primer año en EEUU”.
Rivera dice que muchos cubanos quieren traer a sus familiares a EEUU y enviarles dinero a Cuba. Después de obtener la residencia permanente, conocida informalmente como la “tarjeta verde”, los inmigrantes cubanos de ahora viajan a la isla con mayor frecuencia que las anteriores olas de refugiados cubanos.
‘Historias duras y dolorosas’
Después de sus fallidas aventuras en balsa, Herrera dice que casi había perdido las esperanzas de salir de Cuba. Así que cuando un amigo en La Habana le ofreció ayuda para comprar un pasaje a Guyana, aprovechó la oportunidad.
Desde que llegó a Guyana, Herrera estaba decidido a cumplir su sueño de vivir en EEUU. Trabajó en la construcción y en una fábrica de arroz, y pudo ahorrar dinero.
De Guyana se fue a Brasil y luego a Venezuela. En Colombia se unió a otros cubanos en lo que ahora se ha convertido en una ruta muy familiar: a través de Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y México. Caminó a lo largo de senderos por la selva, tomó un pequeño barco a través del Golfo de Panamá, se montó en autobuses e incluso hizo conexiones en aerolíneas pequeñas.
Pagó por comida, estadías ocasionales y sobornos a funcionarios en las fronteras.
Viajó siempre en grupos con otros inmigrantes cubanos, evitando a guías abusivos conocidos como “coyotes”, y confiando en los celulares y en las redes sociales como Facebook, para enterarse de las mejores rutas y lugares donde quedarse.
“Si estás solo puedes resultar herido”, dice. “Ellos te pueden matar y nadie se enteraría”.
En su recorrido, Herrera dice haber escuchado relatos de quienes murieron en el intento. “Te enteras de las historias de la gente que murió en el Golfo [de Panamá]”, dice. “De un bote que se volcó; de una mujer cuyo niño cayó en el mar y cuando ella llegó a la costa se ahorcó”.
“Historias duras y dolorosas”, dice Herrera, con los ojos llenos de lágrimas. “Tantas historias que no puedo recordar todas”.
Cuando llegó a la frontera de Texas, dice que tenía unos $120 en el bolsillo. Calcula haber gastado unos $10,000 en unos 15 meses desde que saliera de Cuba. Con lo que le quedaba de dinero llegó a Houston, donde sin dinero y sin saber qué hacer conoció en una estación de autobús a una cubana que lo ayudó a comprar un pasaje para ir a Miami.
Un nuevo hogar
Después de haber estado algunos días con otros cubanos recién llegados en una pequeña vivienda propiedad de una iglesia en el suroeste de Miami, Herrera aceptó una oferta de Church World Service para ir a Lancaster, Pennsylvania. Lancaster es una de tantas ciudades que la organización religiosa usa para reubicar a cubanos sin familia o sin otro tipo de ayuda en el sur de Florida.
Herrera llegó a Pennsylvania el pasado 18 de diciembre, dijo en una entrevista telefónica. La agencia lo colocó en un apartamento de dos habitaciones en el que se podía quedar por un año. Eventualmente tendrá un compañero con quien compartir la vivienda, pero por ahora vive solo, dice.
Con ayuda de consejeros de Church World Service ha solicitado un permiso de trabajo.
Mientras estaba en el suroeste de Miami, Herrera bromeaba de que si alguna vez se mudase al norte aprendería a manejar una barredora de nieve para hacer frente a algo que nunca antes había visto: la nieve.
“Aún no he visto nada de nieve”, dijo desde Lancaster. “Pero estoy feliz. Estoy física y psicológicamente listo para ir a trabajar”.
Después de encontrar un empleo, Herrera dice que su primera prioridad es enviar dinero a su padre y tía en la ciudad de Holguín, donde creció. Luego, si obtiene la residencia después de estar un año en EEUU, le gustaría regresar a Cuba de visita.
Cuando Yasmany Paz Artiles dejó en Cuba a su esposa e hija de 4 años y viajó a Ecuador, por toda la isla corrían los rumores de que un cambio estaba por ocurrir.
“No sé si se elimine la Ley de Ajuste Cubano”, dice el fotógrafo de 28 años de edad. “Pero habían rumores”.
Paz también hizo el viaje por tierra. Para poder pagarlo, vendió su casa en Cárdenas, una ciudad al este de La Habana, e hizo varios viajes de Ecuador a Cuba para vender ropa. Al igual que Guyana, hasta hace poco, Ecuador recibía a visitantes cubanos sin visas.
Cuando se establezca en EEUU, Paz espera poder traer a su esposa e hija, quienes por ahora viven con la familia de su mujer.
El viaje de Castineiras y de su esposa e hijo fue menos tenso que el de Herrera o que el de Paz. Después de llegar a Ecuador encontró trabajo, y casi de inmediato comenzó a buscar empleo en México y en Canadá, los países más cercanos a su verdadero destino: EEUU.
Cuando obtuvo una oferta de trabajo y un pasaje para volar a Cancún, aceptó el empleo. “Pero nunca fui al trabajo, porque eso era solo un medio para poder viajar”, dice.
Desde Cancún, Castineiras y su familia viajaron a la Ciudad de México, y luego a Reynosa, desde donde se dirigieron a la frontera. “Fue allá donde pedimos asilo político”, dice.
Ahora la familia vive con parientes en Miami mientras que él y su esposa, también ingeniero, encuentran trabajo.
“Mi sueño es trabajar y poder mantener a mi familia y vivir en libertad”, dice. “Cuba tiene un sistema político que lo dirige todo, la sociedad y la economía”.
Separar a los cubanos que llegan por simples razones económicas de quienes vienen escapando por temor a la persecución política es una tarea imposible, dice Jorge Duany, director del Instituto de Investigación Cubano de la Florida International University.
“Es una combinación de factores”, dice. “En Cuba el gobierno decide cómo trabajan las personas y lo que van a ganar, y al final eso tiene connotaciones políticas”.
Pero todos, tanto Paz, Castineiras como Herrera, concuerdan en que hasta que las condiciones económicas en Cuba mejoren, el éxodo hacia EEUU va a continuar.
“Si fuera fácil viajar y podrías seguir viniendo acá”, dice Herrera, “Cuba se quedaría vacía”.