Mujeres migrantes se ayudan entre sí con taller que además sirve como terapia
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TIJUANA, México — Mientras que Mailen Jiménez espera su cita en una corte de inmigración de Estados Unidos, imparte un taller sobre peinados para más mujeres migrantes en Tijuana.
Esto como parte de un programa de emprendimiento social bajo el cual, inmigrantes de distintos países pueden enseñar a otros sobre los oficios que dominan, tales como bisutería, bordado y tejido, o trenzas y peinados.
Las clases se imparten desde hace mes y medio en el espacio Centro 32 de la organización Families Belong Together México.
Inmigrantes aprenden a elaborar los productos que se ponen a la venta a través de internet, y de lo recaudado, un 90 por ciento va a la persona que lo hizo y el resto, a un fondo para seguir adquiriendo más materiales.
Jiménez llegó a Tijuana desde Cuba hace poco más de un año. Si bien logró entregarse a las autoridades estadounidenses ahora espera en México su cita ante un juez de inmigración bajo el programa de Protocolo de Protección para Inmigrantes (MPP).
El proceso se extendió aún más con la contingencia sanitaria. Junto con su esposo, renta un departamento en Tijuana, y se ganan la vida como pueden.
En este taller, enseña tanto a mujeres migrantes como a residentes de la ciudad a hacer trenzas en el cabello, un oficio que aprendió cuando tenía once años en su natal Cuba.
Jiménez es Licenciada en Cultura Física, por lo que dice se le facilita enseñar a otros.
“Es lindo, es algo bonito porque me siento útil”, comentó la inmigrante cubana. “Me gusta enseñar, soy profesora y tenía que enseñar lo que es el deporte, entonces me baso en eso, aprenden rápido y ya poco a poco con esto ellas mismas se pueden ganar su dinero”.
La intención es que el programa sirva además como terapia para mujeres migrantes, muchas de ellas, en búsqueda de un empleo o que continúan viviendo en algún albergue.
“No podemos dar una bolsa de trabajo, pero sí podemos ayudarles a elaborar ciertos productos con técnicas que ellas traen de sus propios países”, explicó Lía Castillo, coordinadora del programa.
Cerca de treinta personas participan en estas clases que se imparten una vez por semana, aunque por ahora con grupos reducidos debido a la pandemia.
Susy Licona, originaria de Honduras, arribó a la frontera hace cuatro meses, aunque ya ha desistido en su intento por llegar a Estados Unidos. En su lugar, se gana la vida como vendedora en un mercado sobreruedas y con bisutería.
“Al principio no encontrábamos trabajo, pero ahora, gracias a Dios se nos abren las puertas”, señala la mujer quien salió de su país en búsqueda de mejores oportunidades.
Todo lo que sus alumnas y ella elaboran se pone a la venta en el portal de Facebook, Frontera de Esperanza.
Por ahora, estos talleres continuarán hasta octubre, pero la idea es que con las ventas se obtengan los fondos necesarios para que éstos sigan a la largo plazo.
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