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Cómo fue para médicos y enfermeras en un hospital de Everett tratar al primer paciente del nuevo coronavirus de la nación

ARCHIVO - la enfermera Stephanie Mundo hace una prueba de COVID-19
ARCHIVO - En esta imagen del 13 de mayo de 2020, la enfermera Stephanie Mundo hace una prueba de COVID-19 en la Iglesia Batista Abisinia del barrio de Harlem, en Nueva York.
(Mary Altaffer/AP)

SEATTLE — Para Robin Addison, el 20 de enero fue como cualquier otra noche de lunes. Acababa de ponerse la pijama después de un largo día de trabajo en el Providence Regional Medical Center cuando, alrededor de las 8:30 p.m., recibió una llamada telefónica de una compañera enfermera.

“Robin, creo que tenemos que abrir la unidad”, recuerda que le dijo Sarah Wilkerson.

“La unidad” es una cámara de riesgo biológico desplegable que puede ser erigida para poner en cuarentena a alguien con una enfermedad infecciosa. El hospital la obtuvo en 2015 pensando en los pacientes del ébola. Nunca se había usado antes.

Wilkerson, la gerente de prevención de infecciones del hospital, explicó que un hombre del Condado de Snohomish había dado positivo en una prueba de detección del nuevo coronavirus que estalló a finales del año pasado en Wuhan, China. Era el primer caso confirmado en Estados Unidos, y estaba en camino a Providence.

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Addison se puso el uniforme y volvió al hospital.

El nuevo coronavirus (oficialmente llamado SARS-CoV-2 o conocido por la enfermedad que causa, COVID-19) ha infectado a más de 68 mil personas en todo el mundo y ha causado la muerte a más de mil 600, la mayoría de ellas en China, donde comenzó el brote en diciembre. Se ha propagado a más de dos docenas de países, entre ellos los Estados Unidos, que ha confirmado 15 casos pero ninguna muerte.

Cuando se diagnosticó al paciente del Condado de Snohomish, se sabía poco sobre el nuevo virus o sobre cómo se propaga. No tenía tratamiento ni vacuna.

El hombre, de 35 años, había estado visitando a su familia en Wuhan. Voló al Aeropuerto Internacional Seattle-Tacoma el 15 de enero, dos días antes de que los vuelos desde la provincia china de Hubei comenzaran a ser canalizados a través de tres aeropuertos de EU que podían examinar a los pasajeros en busca de signos de la enfermedad. (Eso se ha ampliado ahora a 11 aeropuertos, de los cuales el de Sea-Tacoma es uno.)

Cuando llegó a casa, desarrolló una tos seca y fiebre baja y, tras leer las noticias del nuevo coronavirus, visitó rápidamente una clínica de atención urgente. El Distrito de Salud de Snohomish envió muestras a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) en Atlanta para su análisis.

Los resultados dieron positivo. Así que Addison recibió la llamada, y su equipo se puso a trabajar.

Por suerte, el personal de Providence, junto con el Distrito de Salud de Snohomish, el Departamento de Salud del Estado, la Red de Respuesta de Salud del Noroeste y el Departamento de Bomberos de Everett, habían hecho un simulacro a principios de ese mes para practicar la recepción de un paciente con ébola. El ébola es una enfermedad grave y a menudo mortal.

Addison y Wilkerson habían dirigido el simulacro con el equipo BEST del hospital (Biocontención, Evaluación y Tratamiento Especializado) que fue creado después de que un hombre con ébola infectara a dos enfermeras en un hospital de Dallas.

El equipo de voluntarios entendía que no era probable que se encontrara ébola en Everett, pero es mejor prepararse para lo peor y ser capaz de reducirlo dependiendo de la enfermedad infecciosa que aparezca, indicó el doctor George Díaz, jefe de la sección de enfermedades infecciosas del hospital, quien dirigió el tratamiento del paciente con COVID-19.

Dos horas después de que Addison recibiera la llamada de Wilkerson, el equipo de riesgos biológicos había montado la unidad de aislamiento. Fue necesario trasladar a los pacientes que estaban en el espacio designado y poner paredes móviles para crear una habitación con presión negativa para que no pudiera escapar el aire.

Con el equipo de protección, las enfermeras recibieron al paciente cuando llegó a la unidad de aislamiento móvil, que Addison describió como una versión más grande de las cápsulas usadas para los bebés prematuros.

Una vez que el paciente estuvo en la unidad, Díaz lo examinó desde la habitación de al lado usando lo que se llama un sistema de telesalud, básicamente una videollamada que permite a un médico hablar y ver al paciente.

A partir de ahí, gran parte del trabajo fue bastante rutinario. Un equipo rotativo de 20 enfermeras, tres médicos y personal de todos los rincones del hospital mantuvo al paciente lo más cómodo posible. Le tomaban los signos vitales regularmente. Le daban una intravenosa para reponer sus fluidos.

Pero el grupo médico tenía que vestir equipo que dificultaba estas tareas básicas. Estaba el casco respiratorio, que venía con una protección facial de plástico. Usaban guantes dobles. Todo el atuendo era tan caliente que las enfermeras tenían que cambiarse cada cuatro horas como máximo.

“Hacer cosas que hacemos todos los días, como comenzar una intravenosa, cuando se tienen dos pares de guantes, se convierte en una habilidad totalmente diferente porque se está acostumbrado a poder sentir una vena”, explicó Addison.

A los cinco días, la condición del hombre comenzó a empeorar. Al sexto día, se le tuvo que administrar oxígeno, y una radiografía del pulmón mostró que estaba desarrollando neumonía.

Después de hablar con los médicos de los CDC y con el paciente, Díaz obtuvo la aprobación de la Administración Federal de Medicamentos para administrar un fármaco antiviral experimental llamado remdesivir.

Remdesivir ha sido probado en pacientes con ébola y ha demostrado ser seguro pero no efectivo contra ese virus. Los investigadores han reportado cierto éxito al usarlo para tratar a los monos que tienen MERS-CoV, que es otro coronavirus. China ha comenzado a inscribir pacientes con COVID-19 en un ensayo clínico del antiviral, que fue desarrollado por la compañía farmacéutica Gilead.

La fiebre del paciente desapareció al día siguiente del tratamiento, y comenzó a sentirse mejor. Es demasiado pronto para saber qué tan bueno será el tratamiento en otros pacientes, pero los resultados son prometedores, indicó Díaz.

“Es solo un caso”, recalcó Díaz. “Es la primera persona en el mundo que recibió este medicamento para el nuevo coronavirus, pero parece haber funcionado”.

Una vez que el paciente estuvo mejor, fue cuestión de trabajar con los CDC y el Distrito de Salud para determinar cuándo podría ser dado de alta y cómo sería monitoreado después de eso. Vive solo, lo que facilitó la posibilidad de ponerlo en cuarentena.

En algún momento entre el 31 de enero y el 3 de febrero, el paciente fue llevado a casa sigilosamente. La unidad de aislamiento ha sido retirada, el área ha sido esterilizada. En el hospital en el extremo norte del centro de Everett, la vida continúa.

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