Sobreviviente narra el Milagro de los Andes y cómo inspiró su vocación médica
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Denver (CO), 25 may (EFEUSA). — “Tenía que sobrevivir”, del uruguayo Roberto Canessa, relata la lucha de los sobrevivientes del accidente aéreo en la cordillera de Los Andes en el que viajaba con el equipo de Rugby Old Christians en octubre de 1972.
El entonces jugador y estudiante de medicina de 19 años atendió a sus compañeros heridos en medio de la muerte que les rodeaba y se propusieron hacer lo imposible por sobrevivir bajo condiciones extremas de altura y temperatura en el denominado Milagro de los Andes.
Según explica en el libro, escrito junto a Pablo Vierci, esta experiencia límite lo impulsó a convertirse en cardiólogo pediatra, profesión en la que impactado numerosas vidas y por la cual ha sido reconocido internacionalmente.
La historia del accidente aéreo es harto conocida, ya que se le han dedicado un sinnúmero de artículos, libros, segmentos documentales y el exitoso largometraje “¡Viven!” (Alive).
El reciente libro de Canessa, publicado simultáneamente en inglés y español, añade a la historia de supervivencia el testimonio de familiares y equipo de rescate que expanden la cobertura del relato.
También se le suman las historias de familiares y pacientes y las reflexiones de Canessa sobre los paralelos entre las decisiones de vida o muerte que tuvo que tomar en la cordillera y las que toma a diario en el quirófano.
“Si mi vida, a los 19 años que tenía, se puso a prueba en los 70 días en la montaña, esos 70 días se pusieron a prueba en los años que siguieron”, escribe, “porque mi vida no terminó en la cordillera, se disparó con ella”.
Vierci, coautor y amigo de infancia de Canessa, publicó en 2008 “La sociedad de la nieve”, libro basado en entrevistas con los 16 sobrevivientes del accidente.
Durante aquella entrevista inicial, Canessa le pidió a su amigo que le ayudara a comprender cómo el desastre había influido el curso de su vida.
Vierci aceptó el reto y, tras entrevistar exhaustivamente a Canessa y sus familiares, hizo lo mismo con algunos de sus pacientes para comprender mejor ese aspecto de su vida.
Entonces se dio cuenta de que tenía que incorporar estos testimonios al libro, ya que muchas de las características que le habían permitido sobrevivir a su amigo, como la determinación, ingenio e intuición, marcaban también los relatos de sus pacientes.
El formato resultó acertado, ya que al contraponer las situaciones extremas del accidente y las de su profesión, se abrían profundos espacios de reflexión.
“Desde que escapamos de la cordillera de los Andes, el 22 de diciembre de 1972, después de estar más de dos meses perdidos, vivo formulándome una sucesión de preguntas que cambian con el tiempo”, escribe. “La primera de todas es: ¿Qué hacemos cuando todas las posibilidades parecen estar en contra?”
Esto se pregunta Canessa al observar en una ecografía que a la criatura aun en el vientre de su madre le falta la cavidad más importante corazón.
Sobrevive la criatura por el cordón umbilical que la une al vientre de su madre, explica, usando una imagen que se convierte en metáfora para el accidente: el vientre era el fuselaje del avión que protegía a los sobrevivientes de los 30 grados bajos cero del valle donde habían caído.
Alimentados por los cadáveres de sus amigos, los sobrevivientes reconocieron el concepto de una muerte generosa, acordando que si no sobrevivían, su cuerpo serviría de sustento para que los demás lo lograran.
Pero para sobrevivir en los Andes, después de extinguirse la esperanza de un rescate, era necesario dejar la frágil seguridad del fuselaje y lanzarse al abismo de lo desconocido.
“Un día hubo que cortar el cordón umbilical para llegar a la vida, porque teníamos fecha de vencimiento”, escribe.
Tras las muertes a cuentagotas de sus compañeros, algunos por heridas del accidente, otros tras un alud, Canessa y su compañero Nando Parrado dejarían el Valle de las Lágrimas para escalar la inmensa blancura de lo desconocido.
De la odisea de los expedicionarios llama la atención el impacto que tuvo en Canessa el haber sido rescatado por un arriero y su sencillo acto de valentía y hospitalidad que salvó a los sobrevivientes del desastre.
Si bien en el relato de Canessa no se perciben aires de heroísmo, la determinación de sobrevivir continúa inspirando a sus pequeños pacientes.
Tomás, uno de sus pacientes le decía: “Soy como tú” con 2, 3, 4 años. Y Canessa parece reconocerse en el niño: “Era de los seres que habían conocido lo que es la lucha y la supervivencia”.
(TENÍA QUE SOBREVIVIR. Dr. Roberto Canessa y Pablo Vierci. Atria Español. 352 páginas).
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